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Alfa se acerca a su vulnerabilidad (Parte 2)

  • Foto del escritor: Sara Michelle Delpiano
    Sara Michelle Delpiano
  • 9 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

Se recomienda leer antes "Ser Alfa. Descubriendo a Omega (Parte 1)" para entender el contexto y ver la evolución del personaje.

Alfa profundiza más a raíz de la pregunta que se le hizo:

¿Qué es ser hombre para ti?”

Querido yo (Alfa),

El otro día no conseguí adentrarme mucho más en mi yo, lo cierto es que lo hice, lo mejor que pude. La verdad es que esta pregunta de qué es ser hombre para mí, sigue ahí en mi cabeza y hoy me gustaría desarrollar un poco más este tema.

Terminé la otra carta para mí, hablando de desnudarme, de vulnerabilidad y, añadiría yo, con una chispa de miedo y vergüenza.

Esta vergüenza me hizo pensar que, si era lo que sentía y tanto me incomodaba, por ahí había que seguir el camino. Me sorprendo de mí mismo, ¡desafiandome más a pasarlo mal! Jajajaja… eso sí que me hace gracia.

Ya que poco a poco voy soltando, ahora toca darle forma a un pensamiento más profundo y más cercano a la realidad de cómo me siento en mi día a día, desde hace un tiempo ya. Pero antes de analizar más el presente, me gustaría retomar aquella época tan bonita y dura a la vez, que se llama adolescencia.

Porque el concepto de ser hombre diría yo que comienza a desarrollarse en esta primera e importante fase. A pesar de no ser tan conscientes de nosotros mismos en ese momento de nuestra vivencia, hay algo que sentimos de repente y que sí lo notamos… se nos revolucionan nuestras propias hormonas y como en cualquier manada de mamíferos, tenemos que buscar nuestro lugar en el mundo. De manera instintiva aprendemos a conquistar nuestro territorio y aprendemos que también se pierde. Y así vivimos mucho tiempo, en clave de victoria o derrota, algo muy masculino, sin términos medios.

Surgen los primeros amores, y vivimos los primeros desamores que duelen y tocan nuestra autoestima. Pensamos que nuestra prestación sexual tiene que ser la que vemos en las revistas "prohibidas", pensamos que nuestro cuerpo tiene que ser un cuerpo de “macho”, pero aún no nos hemos desarrollado del todo. Somos impacientes de ver el resultado, no paramos y, si paramos, es para jugar a la consola (cosa que de vez en cuando sigo haciendo). Somos rebeldes, o por lo menos nos gusta pensarlo. Hacemos como si nos diera igual la opinión de nuestros padres y amigos, cuando en realidad nos hiere mucho cuando no responde a algo positivo para la sociedad. Hoy en día, agradezco no haber pasado mi época de adolescencia con un móvil en la mano, la verdad. Eso de las redes sociales, nos hacen perder de vista a nosotros mismos y nos comparamos un montón. Entiendo que para las mujeres tiene que ser lo mismo.

Pasada esta fase, en ciertos países ya somos considerados hombres en condiciones de ser más que autosuficientes. Sin embargo, aquí en España, y supongo que pasa algo parecido en otros países del sur, a los 20 años pensamos que todavía la opinión de los padres y lo que ellos desean para nosotros, es lo que cuenta, aunque actuáramos como si no nos importara. No es así para todos, pero si nos ponemos a estudiar la carrera universitaria en la misma ciudad y no nos vamos de casa, el proceso de maduración suele tardar más de la cuenta. En fin, que siempre me enrollo con cuentos del pasado.

Volviendo al concepto de ser hombre…en esa época, entre los 20 y los 30, creo que ser hombre para mí seguía siendo sinónimo de virilidad. Lógicamente, por mi educación y entorno cultural, las primeras respuestas, si me lo hubiera preguntado hace tiempo, habrían sido tan condicionadas como evidentes. Los atributos que hemos recibido por nuestra sociedad hacen que palabras como vigor, fuerza, valor, arrojo o aguante vengan a mi mente.

El hombre debe actuar fuerte, seguro, determinado, tal vez no debe mostrar emociones. Pero ahora que tengo algunos años más, no estoy de acuerdo con cada uno de estos puntos, porque es la sociedad quien ha moldeado al hombre a actuar y ser así. Entonces me resulta complejo no tomar en cuenta la sociedad y nuestro entorno cuando se habla de cómo se siente al ser hombre.

Hay mucho más detrás de la fachada…


Al ser hombre, y eso me pasaba ya antes de los 30, tengo la necesidad de aportar algo como profesional y persona en el trabajo por ejemplo, ese algo que me haga sentir relevante. Ver en los ojos de los demás la satisfacción de que estas ahí, presente y estás haciendo algo bueno. Porque básicamente, en todo lo que hacemos tenemos un fin, es algo genético. Como las mujeres tienen instinto maternal o simplemente de cuidar a los demás, muchas veces lo que sentimos cobra sentido en el hacer. Como con los amigos, para nosotros la amistad es muy importante y ayudar a un amigo nos llena mucho. De hecho las amistades masculinas y femeninas son tan importantes, sobre todo porque son nuestra espalda para desahogar el duelo o compartir algo bonito.

También algo que he aprendido a esas alturas, es que los consejos no siempre son acertados y que debemos seguir lo que sentimos… quizás eso tiene que ver con el reconocer que somos seres sensibles y que pueden saber escucharse a solas, sin la opinión de nadie. Y creo además que como hombres tenemos la capacidad de relativizar y de no complicar lo ya de por sí complicado. Y creo que eso me une a todos los demás hombres: débiles, fuertes, osados, apocados, viriles y frágiles, todos tenemos ese signo tan distintivo de nuestro ser.

Algo que me gusta mucho de este momento presente en el que estoy es que sigo teniendo inquietudes, sigo queriendo saber más, estudiar más, poder ayudar más. Me gusta cuidarme, sentirme mejor y verme mejor. Me da algo de vergüenza decirlo, pero reconozco que a veces me siento una omega encerrada en el cuerpo de un alfa, al cuidarme más a nivel intelectual y menos las apariencias de tío fuerte y que puede con todo. Últimamente me interesa sobre todo cultivar mis pensamientos, luchar un más para lo que quiero y siento y a la vez soltar cuando veo que ya no tiene sentido.

Hay momentos donde la incomodidad que describía al principio desaparece: me siento genial cuando vivo de acuerdo a mis valores. Cuando me empodero cultivo mi diferencia y la mantengo siempre respetando a los demás.

Creo que ya no tengo tanto miedo a externalizar mis vulnerabilidades, sino de a quien se las externalizo. Y sinceramente, me encantaría sacar la vulnerabilidad si no echara para atrás a una mujer (volviendo al tema más complicado)... quizás esa es un creencia más mía, que la propia realidad.

Sin embargo, en mi entorno más cercano me suelto con más facilidad. Por ejemplo, soy vulnerable a la sonrisa de mi sobrina, y sí... era vulnerable al más mínimo brillo de los ojos de mi madre, sobre todo cuando eran de tristeza. Por eso creo que la vulnerabilidad que nos cuesta sacar en público, debería estar muy lejos de la parte racional de un hombre. En el mundo donde hay que escuchar a tu alma hay algo que no es tan inmediato. No es algo que me apetezca así de primera. Si alguien está dispuesto a explotar este lado más sensible, me gustaría que por lo menos no me hiciera daño.

El concepto de vulnerabilidad es parte de esas reglas que alguien marcó hace tiempo, y los demás jugamos con ellas, para que no se salga la pelota del campo de juego. Así que no podría dar un definición general de vulnerabilidad, porque la interpretación de dichas reglas son muy personales y coherentes con el nivel de sensibilidad de cada uno de nosotros.

Y la verdad es que sentirme vulnerable ha sido la única manera de poder vivir de manera plena y evolucionar.


Aunque parezca contradictorio, sentirme vulnerable es la clave para sentirme poderoso, más terrenal y auténtico.

Autora: Sara Michelle Delpiano



 
 
 

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